
La historia se basa en dos adolescentes que intercambian sus cuerpos de forma aleatoria, es decir, nunca saben cuando va a ocurrir y se ven obligados a vivir la vida del otro. A simples rasgos esa es la trama de la cinta que posteriormente se irá retorciendo y es que Makoto Shinkai sabe crear personas no personajes, es un maestro en el campo de lo sentimental.
En la última media hora te tiene con el corazón en la mano, queriendo que tenga un final feliz, porque no es tan obvio que lo tenga, no es de estas que sabes como van a terminar, aquí hay tensión, creo que la comparación que se le hace a Makoto con Miyazaki es absurda, sus películas no tienen nada que ver y aun así se les compara, se porque lo es, es por la capacidad de transmitir sensaciones pero estas son muy diferentes en cada caso.

No es una película realista, tiene muchas fantasía pero no en exceso, tiene la justa para hacerte sentir como un niño en algunas partes aunque esta película no la pondría para niños la verdad.
La animación es exquisita y la banda sonora te mete de lleno en el ambiente, sin duda esta es la cinta que me hizo llorar como ninguna otra lo había hecho.
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